
Creo que en una noche como la de hoy, o la de mañana, entendí de qué se trata toda esta espiral. Del amar, y del extrañar. Del perderse y no poderse hallar. Del levantarse y salir a caminar. Del cantar y del llorar.
Como si todo cobrase sentido, tanto como la sal y la pimienta, como el aceite y el agua, como el río hacia el mar. Fluyen los colores hacia el olvido, se mezclan los olores con lo antiguo, se deforma la figura en la sombra del mañana.
Toda una caminata para caer desmayado al final, para que el mármol sea la única identidad, para que las flores sean tus regalos eternos, para que nos podamos marchitar.
Buscar ayuda para salir a flote, encender una vela en la oscuridad de la noche, buscar alguna cuerda que nos sujete al caer.
Soñar inútilmente que toda existencia es duradera, afirmarse a la luz para no temer, escapar de todo lo que pueda doler, beber del pecho eternamente para no fatigar.
Oh, pero qué equivocado estaba.
Oh, pero qué poco brillo tiene mi ocaso.
Cuánta hermosura hay en esta escena gris.
Todos los que fueron y que ya no son, los que son y seguirán siendo y los que nunca vieron mi faz. Ellos son las estrellas en esta noche que se aproxima, son los astros lejanos e intocable, admirables y humanos.
Soy yo este atardecer, este ocaso que va más allá del bien y el mal. Soy yo el ídolo que rompe su molde para deshacerse en mil pedazos.
Soy yo ahora el que comprende, el que dispara el arma con un suspiro, el que baila al ritmo de los latidos.
Toda una vida, todo un desfile y una fiesta, un velorio y una ceremonia, todo un rito y un tabú, todo miradas y pestañas, todo sonrisas y mal cuidada dentadura.
¿Qué sentido tiene dar la mano, si no vas a extrañarla una vez que ya no te pueda afirmar?
¿Cuál es el punto de vivir a tu lado, si no lloraré tu ausencia?
Oh no, en este atardecer no buscaré a nadie para que me saque flote, no encenderé velas a la medianoche, no me amarraré ninguna cuerda a la cintura.
Ahora que el sol se pone me ahogaré, tendré miedo y me reventaré al final del abismo.
Hoy tocaré guitarra para los ausentes y los presentes, hoy callaré para que mis palabras vuelen solas hacia un mundo nuevo.
Hoy he alcanzado mi ocaso, el comienzo del final.
Pero, a pesar de todo, no puedo evitar preguntarme que dirás de este frío de verano, de mis nuevas letras, de mi cabello más largo de lo habitual, de lo que ocurre en el país, y si me recordarás cuando llegue el final.
1 comentario:
Lindo fragmento... y luego te preguntas...¿ después del ocaso... que hay? esa es la gran interrogante,creo que las cosas se ponen mas inciertas y entretenidas,porque ya no prendes velitas de necesidad.Lo que sigue es pura voluntad cristalina, y podría decirse que real.
tkm :)
Publicar un comentario