
Sólo quería callar, mirar sin hablar, conversar con el cuerpo, tocarte con la respiración.
Los pilares se quebraron, el último ídolo está por caer, el templo se rajó en mil partes y los sacerdotes murieron aplastados. Incluso en la hora más iluminada yo no pude ver claridad alguna, nunca me gustaron los soles que no pueden calentar.
Y ahora no queda nada para comentar, ni una palabra que nos pueda suavizar. Un agradecimiento que quedará entre nosotros, otro más que dice adiós antes de partir.
Duelen los pies de tanto caminar sobre vidrio roto, duele la vida de tanto vivir. Oh, sí; recuerdo los días en donde tenía que levantar la cabeza hacia las nubes para poder hablar, y aún así mi voz no era escuchada.
El vientre inflamado, un camino desdibujado, la soledad más profunda y la verdad más cruda.
Golpes en la cara, te sangra la nariz de tanto olfatear la cruz.
Prepárate para alcanzarte, porque estás próxima a llegar.
Y cuando veo una lágrima rodar por tu mejilla, me acerco a tu oído y te susurro una vez más:
-"Existen pensamientos autóctonos, probablemente imposibles, en donde cerrar los ojos es volver a ser uno mismo."
Aquí no puedes mentir, estás desnuda ante los que quedan vivos; Pero, está bien, supongo que así es como deben ser las cosas.
Planta un árbol en el lugar donde vayas a caer, escribe un libro con tu último aliento y tócate para que sepas que todavía estás aquí.
¡¿Estás?!
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