El sol desataba toda su furia contra las inocentes cabezas que ansiosas observaban el desarrollo de una importante actividad, los niños corrían de un lado a otro jugándose el orgullo de salir vencedores en lo que más les gusta hacer, habían pasado por muchas etapas para llegar a esto, vencer a muchos equipos y éste era el gran día, sus padres felices por los resultados obtenidos fueron creyendo, de manera inconsiente, que sus hijos eran los mejores y su victoria era segura.
Fue así como se presentaron estos pequeños gladiadores a la arena, con una gran presión y un fuerte oponente en contra, pero apenas comenzo el encuentro se notó la superioridad del adversario y la manera estática en que reaccionaron los pequeños dio paso a una derrota nefasta.
Perder es una cosa, perder sabiendo que diste batalla es otra cosa y perder sin haber hecho mérito alguno es otra cosa. No sé cual de los tres tipos de derrota se empleará en este ejemplo, pero quedo en claro que los humos que toda la gente tenía en la cabeza se fueron a tierra de golpe, se notó la falta de trabajo específico para cada integrante del equipo y un cansacio inusual de parte de los jugadores. Ellos hicieron lo que pudieron, pero al parecer no dieron todo lo que tenían o el oponente era demasiado superior, pues la derrota fue aplastante.
Esto sirve para que los niños sientan la derrota, pero eso no significa que se deban acostumbrar a los segundos lugares, más bien le sirve para madurar y darse cuenta que no son las estrellas del deporte, y lo más importante es que puedes detectar las fallas para poder mejorarlas...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario