El padre pronunció la últimas palabras de la eucaristía y todos comenzaron a abrazarse, algunos reían en cada abrazo y otro lloraban sin saber por qué. Yo por mi parte, me hice a un lado y en un momento que observaba a todos una escalera con forma de caracol que llevaba a un segundo piso llamó mi atención. Con algo de miedo subí cada escalón, lentamente, lleno de temor.
El segundo piso era como un balcón sobre la salida de la Iglesia, se veía en plenitud todo el interior del Templo, junto a una banca había un piano tapado con una sábanas sucias. Me senté en la banca y comenzé a pedir por muchas cosas. El mundo, mi familia, mis amigos, la gente que estaba abajo, miles de cosas tontas, pero de un momento a otro apareció la palabra alegría en mi cabeza. Sí, pedí por que la felicidad volviese a la vida de cada una de las personas, también pedí por que hubiese paz. Mierda! Sólo quiero un poco de paz!
Cerré mis ojos y no pensé en nada más por un par de minutos, todo en blanco, sin preocupaciones ni miedos. Luego me levanté y me asomé al balcón, podía ver a la gente y ellos ni siquiera miraba hacia arriba, todos reían y comentaban cosas que no podía entender, ví a mi mamá llorar y una señora que la abrazaba. Yo seguía mirándolos en silencio, hasta que una niña miró hacia arriba y al verme sonrió, fue ahí cuando me dí cuenta de todo. Y resulta que solamente los niños miran hacia arriba, pues ningún adulto estaba preocupado de lo que estaba sobre ellos y era claro, por que conversaban y conversaban de cosas que no tenían mucha importancia. Quería hablarles, desde la altura, millones de cosas y exponer ante ellos mis ideas, pero estaban todos demasiado ocupados despidiéndose del sacerdote y sonriéndole a los demás. Luego, volví a sentarme a mi banca, y por segunda vez deje mis neuronas en descanso para darle paso a un momento de coma intelectual, pero al percatarme de que ya nadie hablaba y el silencio se había apoderado del ambiente. Me asomé nuevamente al balcón y una niña parada en el altar se sorprendió al verme aparecer desde aquel lugar, se fue hacia un lado del altar y habló con una señora que apareció también desde el costado y me pidió que bajara pues iban a cerrar la Iglesia. Bajé, y apareció mi madre, me dijo algo de que me andaban buscando, en realidad no le puse mucha atención; todavía seguía en mi coma intelectual; ella hablaba en otro idioma, de hecho todos lo hacían. Me despedí de la gente por inercia y por la poca educación que me va quedando. Luego mi padre dijo que era desubicado por haberme desaparecido de tal manera, tampoco le entendí, seguía en mi coma y no tenía intenciones de despertar, mi hermano balbuceó unas bromas en contra mía, lo entendía pues no tiene la madurez suficiente para entenderme y quisás nunca lo haga, de hecho, muchas veces ni yo mismo me entiendo.
Fue genial ver a la gente desde arriba, como un Dios, pero no me sentía poderoso ni nada por el estilo, me sentía genial pues era como si fuese invisible, todos seguían con sus vidas y yo los observaba desde las alturas. Me sentí como un muerto, que llega al cielo y observa todo desde allí pero no puede intervenir por más que lo quiera.
Sí, puedo decir que estuve muerto por unos cuántos minutos y fue genial.
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