Tomó su arma, se aseguró el casco y cerró los ojos mientras le rezaba a algún Dios.Le pidió que lo cuidara, que no se lo llevara todavía, que tenía mucho para entregar a esta sociedad.Que protegiera a sus camaradas y que salieran victoriosos en esta batalla.Creo que pidió por su novia, por su familia y su país.También dijo algo sobre el amor y la esperanza de un mundo mejor.Él había esperado este momento por muchos años, desde pequeño cuando su abuelo le contaba historias sobre las guerras mundiales y sobre lo honorable que era dar la vida por su patria, había decicido ser un soldado, sin cargo alguno, pero con un gran valor espiritual.
Él soñaba con armas, con grandes colinas llenas de sangre patriota y una bandera flameando que anunciaba la victoria de su pelotón.
Él anhelaba ser un héroe, que su nombre fuera recordado por generaciones y que sus hazañas quedaran impregnadas en algún libro de historia nacional.
El capitán le había comunicado que los llevaba a un lugar peligroso y que se requería de verdaderos hombres para enfrentar tal desafío.
Habían bombardeado una ciudad cercana al cuartel, no habían dicho el nombre del lugar porque era información confidencial, además el pueblo estaba destrozado, había sido borrado del mapa, ahora sólo quedaban los cuerpos de los habitantes y una que otra casa que resistió el ataque.
El soldado, lleno de valor y ansiedad, se subió a la parte posterior de un gran camión, iba junto a sus compañeros de armas, iba a defender lo que más amaba, estaba dando su vida por su amada y la seguridad de su familia.
El capitán cerró las puertas del camión y el espacio en el cual iban se oscureció.
Sólo se escuchaba el sonido de unas batallas que se libraban unos cuántos kilómetros más allá, bombas, disparos y explosiones por cantidades abrumantes.
Llevaban una hora de viaje y el camión se detuvo de golpe, todos los soldados callaron y escucharon con atención los pasos del capitán por fuera del camión, se abrieron las puertas y la luz que entró los cegó a todos.
Les autorizaron para ir al baño, y les anunciaron que en cinco minutos más debían estar de vuelta en el camión, pues quedaba sólo media hora más de viaje.
Los soldados se repartieron por el camino, sin alejarse mucho del camión para no extraviarse.
Él se alejó de todos, fue tras unos arbustos y orinó rápidamente, pues quería inspeccionar un poco el sector.
Caminó cerro abajo, sin antes haber memorizado el paisaje, para así poder regresar.
Y se fijó que tenía tiempo suficiente, como para hechar una mirada por los alrededores.
Cuando llegó a las faldas del cerro se fijó que había movimiento tras unos árboles que estaban frente a él.
En silencio y con el cuchillo de batalla en su mano, avanzó sigilosamente.
Cuando pudo ver lo que ocurria dejó caer el cuchillo y sus ojos se abrieron de asombro.
Soldados que llevaban la insignia de su país estaban desnudando a unas mujeres que vestían ropas de campesina. Las mujeres susurraban entre lágrimas que porfavor no les hiciesen nada, y la sonrisa en el rostro de los soldados era algo bestial.
Le manoseaban los pechos, el trasero y las besaban a la fuerza.
Hacían comentarios entre ellos y se reían al ver la reacción que ellas tenían cuando ellos se bajaban los patalones.
Una trató de escapar, pero antes de haber dado diez pasos llenos de libertad, la mano del experto soldado estaba aferrada a los largos cabellos de esa mujer.
Las mujeres fueron violadas frente a sus ojos sin compasión, él no sabía si llorar o disparárle a sus camaradas.
Las mujeres gritaban de dolor con cada penetración y los hombres gemían como animales.
Estaban sobre ellas como bestias saciando sus instintos más bajos, y en cada vezque acariciaban la piel de ellas, sus argollas de oro brillaban más y más.
Luego de un par de minutos, y habiendo acabado el acto sexual, mientras los soldados subían sus pantalones y comentaban entre risas las sensaciones y cuál de todas las damas lo hacía mejor, sacaron sus rifles y le dispararon en la cabeza a cada una de ellas.
Allí quedaron tirados los cuerpos de las mujeres, llenos de barro y dolor. Con las cabezas perforadas y la piel desnuda, con sus cabellos sobre sus espaldas y sus ojos cerrados.
En ese momento escuchó los gritos de su capitán, anunciando que había acabado el tiempo de recreación.
Subió corriendo y en silencio, como queriendo escapar de aquella escena que se le había grabado con fuego en la memoria.
Sin pronunciar ni una palabra, se subió al camión y se sentó en una esquina mientras temblaba.
Estaba confundido y asustado, no sabía que pensar.
Estos pasajes de la guerra jamás se los había contado su abuelo.
El camión siguió avanzando y pasando por sobre los cuerpos que se interponían en el camino.
Se notaba que habían pisado un cuerpo, pues el camión daba un pequeño salto y se oía un gemido algo ahogado proveniente del montículo que acababan de pasar.
Luego de media hora de viaje, el vehículo se detuvo y el capitán abrió las puertas con una sonrisa en la cara.
Les hizo bajar y los formó a un costado del camión, a él se le hacía familiar el sector, eran los árboles y el aroma del sector lo que le anunciaba que él había pasado antes por acá.
Les dijeron que debían recojer los cuerpos de las víctimas del bombardeo y apilarlos junto a la iglesia del pueblo, la cuál estaba todavía en pie.
Luego de haber reunido los cadáveres un sacerdote haría una bendición y los cuerpos serían cremados para evitar cualquier enfermedad.
Los soldados entraron en el pueblo y comenzaron a recojer los cuerpos mutilados, algunos vomitaron y otros lanzaban chistes sobre el estado en el cual estaba el pueblo y sobre lo lamentable que era la muerte de alguna jovencitas tan lindas que habían habitado antes el lugar.
-"Podía haber visitado este pueblo antes, por la mierda. Me hubiese follado a tres hermosuras que ahora tienen solamente la mitad de su cuerpo, son hermosas de cara y las tetas son espectáculares, imagínate como tendrá el culito esta preciosura. Ojalá encontremos la mitad que falta, ¿Quién sabe si Dios nos hace un milagro y nos resucita a un par de bellezas para la noche?"Él trataba de no escuchar, cada palabra le dañaba el corazón. Se destruían todos sus sueños, todas las noches en las cuales deseaba ser un héroe, ahora no le gustaba la guerra, convertía a los hombres en bestias, los degradaba a su máxima expresión.
Siguió recolectando extremidades del suelo y llevándolas a la entrada de la iglesia.
Cuando iba a recojer por última vez los cuerpos vió unos escombros que le parecían familiares.
El color de los ladrillos, el jardín, las flores y la puerta que estaba unos metros más allá eran idénticos a los que tenía su casa.
En ese momento reaccionó, este era su pueblo, por eso el olor de los árboles se le hacía familiar.
Corrió desesperadamente hacia el montículo de ladrillos y piedras, mientras lloraba tratando de creer que todo esto era un mal sueño.
Al remover unos cuántos ladrillos vió un brazo con una cadena de plata muy fina atada a la muñeca, inmediatamente la reconoció, era la que le había regalado a su novia luego de un año en la relación.
Tomó el brazo y jaló fuerte. Logró sacar el cuerpo de los escombros y vió el rostro de su mujer lleno de tierra y sangre. Se dió cuenta que le faltaba una pierna y que tenía graves quemaduras en el abdomen.
Lloró y lloró.
Los demás soldados habían vuelto al camión y dormían en su interior.
Estaba solo abrazando un cuerpo mutilado y tratando de sostener un dañado corazón.
Le besó en los labios y sintió lo frío que estaba el cuerpo, eso le dolió más aún.
Siguió buscando en los escombros y encontró a su papá y a su mamá.
Estaba destrozado, se dejó caer sin fuerzas sobre el montón de escombros y miró hacia el cielo buscando algún tipo de ayuda divina.
Nada ocurrió, de hecho nisiquiera pudo ver las estrellas, las luces de los incendios y los proyectiles en el aire iluminaban más que cualquier otro astro esa triste noche.
Se levantó lentamente y reunió los tres cuerpos en la cima de los escombros, entre sollozos los miró por última vez y sacó un encendedor de su bolsillo, miró por última vez a su novia y le besó en la frente, la llama del encendedor se unió con las ropas de ella y unos minutos después el aire se llevaba las cenizas de un derrotado amor.
Se secó las lágrimas y sacó su arma personal de su cinturón.
Se la puso dentro de la boca y cerró los ojos mientras derramaba lágrimas de dolor.
Mientras pensaba en los cuentos de su abuelo y en los libros de historia, tiró del gatillo y todo desapareció.
Se detuvo la guerra, no se disparó ni un arma más.
No murió otra persona y no existió ningún vencendor en esa guerra.
Todos habían perdido con esa batalla.
Dios, la humanidad y su corazón.