
Salgo de la cama, despeinado y desnudo. El sol que entra por la ventana entibia un poco el ambiente y la razón todavía no empieza a funcionar.
Abro la puerta de mi habitación y sonrío al ver lo que me espera más allá.
Recojo del suelo, los sueños que se escaparon al amanecer. Los miro detenidamente y no puedo evitar sonreir, porque todos ellos tienen un solo nombre un común.
Me dibujo una armadura con ellos y empuño la espada que lleva tu mirar. Mi caballo está hecho de emociones y recuerdos que, por las noches, me hacen volar; Y no tengo más compañía que la lluvia de estrellas del último día de julio, no tengo nada para entregar, me va quedando unas cuántas ilusiones que desean pasearse por tu cuerpo desnudo, abrazar tu piel de seda y perderse en ese lugar exacto, en donde suspiras si te besan con suavidad.
Al mismo tiempo, me hace gracia la idea de que la felicidad sea tan intensa y se pueda contener dentro de un alma, que es dueña de cada pensamiento que se atreve a nacer dentro de mi cabeza.
El único sonido que reconozco es el de un armonioso palpitar. La luna me va contando un par de historias que hablan de pasión, y me lee, entre susurros, cartas llenas de esperanza y sinceridad.
El atardecer fue un testigo más de un momento que, si pudiese, lo volvería a vivir un millón de veces más.
Me subo a mi efímero corcel y comienzo a perseguir una estrella fugaz. De esas que se ven durante las noches de enero, cuando no puedes dormir y decides gastar largas horas mirando el firmamento, esperando que a una de esas luces se le acabe la fuerza y caiga en libertad, frente a tus ojitos abiertos de par en par.
Mientras voy cabalgando sobre la estela que va dejando sobre el mar, escucho cómo me pregunta casi en un susurro: "Es hermosa, ¿no es verdad?", yo sonreí y le respondí sin pensar: "Más de lo que alguna vez intenté soñar".
Ella continuó: "Es perfecta, ¿no es verdad?", yo me aferré un poco más fuerte a mi caballo y levanté la espada en un intento de rozar el sol, mientras suspiraba: "Es un sueño hecho realidad..."
Ella derramó unas lágrimas de felicidad y se apagó en plena carrera.
En ese momento el cielo entero se apagó, para permitirle brillar.
Yo trataba de buscar en mi interior cosas para regalar, ese tipo de cosas que se regalan cuando vas amando cada vez más.
Y no encontré nada en mi alma, me ví desnudo y cabalgando sobre el mar. Empuñando una espada y con una sonrisa que nadie pudo borrar.
Había perdido todas las fuerzas, y caí en plena libertad.
Caí lleno de felicidad, viviendo por su recuerdo y por el brillo que tienen sus ojos cuando se ríe.
Iba cayendo porque es todo para mí, porque es lo único que necesito para vivir.
Iba cayendo porque no quiero más, que verla reir con las cosas simples que le da la vida.
Iba cayendo porque, todos los conocimientos que poseo, se anulan cuando ella baila junto a la luna.
Miré hacia atrás y me percaté que iba dejando una estela de sueños, sueños en los cuales ella siempre sonreía, tal vez con otro hombre, tal vez en soledad, tal vez conmigo a su lado.
La estela tenía muchos colores, muchos sabores y muchas sensaciones, pero tenía sólo una esencia y eso la hacía tan especial.
Mientras yo caía y dejaba una estela sobre el mar, ella me miraba desde el interior de su cuarto.
Yo temblaba de ansiedad, ella la única espectadora de este espectáculo de baja calidad. Mucha gente se reía en ese momento, decían que estaba loco y que no tenía esperanza alguna de sobrevivir, pero yo no dejaba de sonreir, porque ninguno de ellos entienden esto que siento yo por tí.
Cómo era de esperar, mi caballo gastó las últimas que fuerzas que le iban quedando en llevarse hacia su ventana, yo rompí el vidrio con la espalda y sin pensarlo dos veces, la besé.
Acaricié su cara y adoré ese dulce "Te amo" , que salió de sus labios y se quedó para siempre en mi corazón.
Yo le juré amor eterno con una mirada, pido disculpas, pero es la única manera que conozco para comunicar tal sentimiento que recorría todo mi interior.
Luego de apreciar su belleza sobrenatural, me apagé silenciosamente.
Desapareció mi resplandor, murió mi caballo y la espada se rompió.
Ahora era sólo un recuerdo más.
Ahora no era más que otra estrella fugaz...
1 comentario:
Que hermoso Pablo! ¿Estás seguro que no eres un anciano?
Escribes con una sensibilidad, una profundidad de emociones y un romanticismo que me eleva.
Gracias cariño.
Un beso y feliz inicio de semana
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