Desperté lentamente, era sábado y la almohada no me quería liberar de las cadenas del sueño. Levanté un poco la mirada y ví que el sol estaba acompañado por un par de nubes, supe que sería un día especial.
Giré mi cuerpo y me encontré de frente con ella, la miré y sonreí. Me acerqué a ella y la besé suavemente en los labios, no quería despertarla, verla dormir era un espéctaculo que cada vez me deslumbra más y más.
La suavidad de su piel no me dejaba de atraer, el deseo me invadía lentamente. Me detuve un par de momentos en su pelo, el mismo que ahora cubría la almohada y que alguna vez pude ver mojado bajo el agua ducha.
Yo la miraba embobado, yo la miraba y la amaba intensamente, yo la miraba y no podía dejar de mirarla.
Ella abrió lentamente sus ojos y me sonrió, se quitó el pelo de la cara y me miró con los ojos entrabiertos.
Yo la besé nuevamente y le susurré que la amaba, ella sonrió un poco más y se sonrojó levemente.
Estábamos mirándonos a los ojos, cuando una niña entró corriendo a la habitación, era tan pequeña que apenas y podía caminar.
La miré y ví en sus ojos el mismo brillo que tiene la mujer que está junto a mí. Sonreí y comprendí que se trataba de nuestra hija.
Ella subió a la cama y se abrazó a mi cuello, balbuceaba algunas palabras y me besaba el mentón.
Yo le acaricié la cabeza y tomé su cabello suavemente, lo miré y lo besé. Es el mismo cabello que siempre amé.
Luego la niña se lanzó sobre su madre y se metió dentro de las sábanas sin avisar.
Salí de la cama y observé la escena, no pude no sonreír, eran iguales, exactamente iguales.
Ambas con la misma sonrisa y los mismos ojos, igual de frágiles, igual de puras, igual de maravillosas.
De pronto siento que algo me abraza el pié y se aferra fuertemente a él. Bajo la mirada y me encontré con un pequeño niño que me abrazaba la pierna y la babeaba mientras me miraba con un par de ojos grandes y oscuros.
Me senté en el suelo y tomé entre mis brazos a este niño, me ví reflejado con él, somos igual de niños, igual de babosos e igual de impulsivos.
Puse su cabeza sobre mi pecho, y sentí la saliva correr, sonreí y sentí cosquillas, comprendí que ese era mi hijo.
Me levanté del suelo y me metí con la cama con mi hijo sobre mi pecho, a mi lado estaban durmiendo un par de mujeres especiales, un par de mujeres únicas y perfectas, no necesitaba más que ésto para ser feliz.
El niño se durmió y me babeó un poco más, la niña abraza a su madre y ella la cubría con sus brazos, con esos brazos de madre. Yo estaba despierto mirando toda esta escena, tanta sencillez en todo, y yo que estaba apunto de llorar.
No recuerdo cómo llegué hasta acá, pero ésto es todo lo que soñé, es ese mismo futuro que pensé durante alguna noche desvelado en mi habitación.
Y el tiempo pasó lento, preciosamente lento. Me fijaba en cada detalle, en el color de la habitación, el olor de las sábanas, el calor de la saliva de mi hijo, la fuerza con la que se abrazan mi hija y mi mujer.
Era un ir y venir de sensaciones, una dicha inmensa, un sentimiento distinto, un cosquilleo en el estómago, un "no se qué" que se siente cuando ves un sueño hecho realidad.
Besé la cabeza de mi hijo, la cabeza mi hija y los labios de mi mujer. Esos tres corazones latían al mismo tiempo, al mismo compás.
Sus latidos llenaban la habitación, formaban esa sinfonía que podría escuchar todos los días, a cada segundo, sin dejar de sonreír, sin dejar de amarlos.
Sus corazones sonaban cada vez más fuerte, ya no me dejaban pensar, sonaban solamente ellos, apagando todo tipo de sonido que me pudiese distraer.
Ya no había nada más en el mundo, solamente 3 esencias descansando a mi lado, marcando el ritmo de mi vida, conviertiéndose en la motivación de mi vida.
Ya no había nada más, solamente 3 corazones que sonaban demasiado fuerte, como si su sonido estuviese amplificado.
De pronto, abrí mis ojos y me ví rodeado de amplificadores. La habitación había cambiado, y yo estaba sentado con un par de baquetas en mis manos. La cara sudada y dos personas que se ma hacían conocidas estaban paradas frente a mí, uno con una guitarra y otro con un bajo.
En la esquina de la habitación, 3 mujeres, una llamó mi atención. Me fijé en sus ojos y en su cabello, en ese preciso momento amé el brillo de su mirar.
Un amarillo asesino y una piel suave.
Yo solamente seguí tocando como si nada hubiese pasado, como si ese sueño no hubiese existido nunca dentro de mi imaginación, pero ahora sonreía, sonreía y la amaba.
Dentro de mi cabeza se mezclaban las imágenes, una con los ojos cerrados y con el cabello disperso sobre una almohada, otra con la mirada sensual y el cabello moviéndose al ritmo de este compás.
Algo no ha cambiado, el ritmo de los corazones, es el mismo ritmo que ahora marca la musicalidad.
Lo sé, y sé que ella lo sabe, es sólo cosa de tiempo, nada más.
Es sólo cosa de tiempo, nada más...
1 comentario:
y aun me haces llorar ... bravo.
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