
Con solemnidad miraste el portón que estaba frente tuyo, una muralla que existía para detenerte el paso y lanzarte más adelante que tu sombra. El héroe ya está muerto y sepultado, escondido bajo tierra, perdido entre las raíces de las esperanzas que fueron puestas en él. Abandonado.
Ahora que nadie te puede proteger, ¿hacia qué brazos correrás?
Romanticismo de contrabando, ladrones de buenas intenciones, asesinos de estrellas.
Saltando alrededor del fuego, invocando la vida, caminando por sobre el agua, llegando más arriba que el vuelo del pájaro cósmico.
Un puño en alto basta para dejar de vivir, asesinar al padre y la madre, hijo de nadie has de ser. Ninguno es tan débil, no como tú, no como yo. Expectantes, sufrimos, por que se dispare la última bala de la carga, la última herida, el último beso. Deseosos de que la sangre corra, de que el amor se derrita y de pisar las cenizas, de escupir el rostro del amado.
Complicado es el camino hacia tu casa, tú eres la luz de todos los ciegos, la voz para el sordo, la razón para el animal.
Intenta levantar tu cabeza hacia las nubes, llévate las manos a la cara y sácate los ojos antes que aquel cuervo te devore por completo.
Algo nuevo que muere en tu interior, un sueño nonato, un destello que fue abortado. Vulnerable estás. Lo peor es que ya no te puedes levantar, chocaste demasiado fuerte.
Y son nuestras narices las que sangran desvalidas de todo contacto con algún olor distinto al rojo. Pedirte que te quedaras no sirvió de nada, contigo nunca nada sirve, todo lo que haga siempre estará mal. Lo peor, es que sigo intentándolo.
¿Por qué no te mueres de una buena vez y descansas finalmente de tu existencia?
Tus errores se dejan caer sobre tu espalda sin benevolencia, tus aciertos no los quieres ver.
Vomita a un lado del insomnio sentimental, ese insomnio que te alejó de todo el pueblo, que te alejó incluso de tu propia vitalidad.
Te diste por muerto antes de que el dedo tirara del gatillo, te diste por muerto antes de haber nacido, te diste por muerto antes de ti.
Lo peor es que por más muerto que te sientas, muerto todavía no estás.
Esquiva, arranca, apuñala y desgarra esa mirada que me impide matarte, que te impide ser feliz, que no te deja llorar un poco menos.
Salta. Salta y cae sobre mí, lejos mío, pero que no es tan distinto a la herida que tengo en el costado.
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