lunes, 23 de junio de 2008

Bondad..


El tipo que hablaba le explicaba a la comunidad sobre el tema en el cual se especializaba con dedicación y tranquilidad, se notaba desde lejos su dominio en el tema.
Hablaba con autoridad, daba la sensación de que estaba 100% seguro de lo que hablaba, le oí hablar de Dios, del sexo y del placer. De la economía, los alimentos y el ayer. Comentó un par de halagos sobre la sociedad y les dijo con una voz suave y una mirada profunda, daba la sensación que te miraba directamente a los ojos:

-"Así están las cosas hoy en día, ya no hay nada que se pueda hacer. Señores, les he revelado los secretos de Dios, los datos para ser un Dios, y las técnicas para destruir un Dios. Ahora la decisión está en ustedes, pero no olviden, que las cosas permanecerán tal y como están."

El publico admirado, aplaudió hasta que sus palmas quedaron rojas. Los niños gritaban eufóricos, las mujeres lloraban de la emoción y los hombres memorizaban con dedicación cada palabra que el hombre había pronunciado sobre el tema de los Dioses.
El tipo quedó con la sensación de que el público había captado su mensaje, y el público quedó con la idea de que el que les había hablado era un especia de "profeta".

Yo los observaba desde una esquina, conteniendo mis ganas de vomitar.
Me levanté mientras el resto de la audiencia permanecía en sus asientos, pensativos, reflexivos. Era claro, nunca antes había hecho trabajar tanto su mente, pobres hombres.
Mi mente se reía odiosamente de todas esas almas que habían sido aplastadas en un discurso, y habían sido aplastadas y ahora estaban dichosas de que las haya aplastado un tipo que se dice "Conocedor de la Vida".
Era obvio, les había cortado las piernas con palabras rebuscadas y una idea de poder algo anormal. Había potenciado su imagen ante unas personas que poco y nada comprendían de lo que hablaba, pero bastaron 2 minutos finales para hacerle saber a la audiencia que por más que se esforzaran su vida no iba a cambiar, y que él tampoco pretendía cambiarla.
Era tan imbécil, tan destructible, tan vulnerable. Le odiaba por sentirse mejor que todas esas miradas sumisas que recibía mientras hablaba. Era tan egocéntrico, tan arrogante, tan igual a mí. Y no hay nada que me moleste más que exista alguien que sea como yo. De hecho, me odié en ese instante por ser como él, o porque él fuese como yo.
La diferencia estaba en que yo no me paraba delante de todas las personas y les demostraba, y les hacía creer, que yo era mejor que ellos. Y no lo hago, porque simplemente, soy peor; Y eso es genial.

Mi mente perdió su claridad, se llenó de sensaciones brutalmente destructivas, ofensivas y sarcásticas. Mis ojos se clavaron en las firmas que el tipo daba a las personas que tenían su último libro que tenía un título hermoso y muchas páginas, para que el que lo comprase pudiera llevarlo por la calle y sin haber leído una sola página o saber sumar, dar la imagen de una persona culta. Como detesto la cultura...Es como un elemento más que se usa para discriminar o separar a los humanos. "Inculto" o "Culto", ¿Quién me explica que mierda es eso?
Es tan amarga esa sensación de estar rodeado por cuerpos inertes, marionetas dominadas por un ser superior de carne y hueso, maniquies que se condicionan su vida sin esperanzas.
Son tan fáciles de cegar, es tan fácil quitarles el poder que poseen. Ese inmenso y hermoso poder, se les arrebata con un par de palabras rebuscadas.
Se dejan dominar, comienza a aceptar, buscan la felicidad en los bellos distractores que los mismos ladrones ubican para que ellos no despierten.
Se sienten orgullosos de su cegera y a pesar de que tienen la cura en su mano temen a la reacción que pueda tener, porque siempre es más fácil dejar que otros guíen tu vida en lugar de tú llevarla.
Sólo quería salir de ese lugar y odiarlos más y más.
Que seres más despreciables y comunes.
Es gracioso ver como acaban con su especie ellos mismos...

Ja!...

Ahora estaba más cuerdo que nunca, tenía la cantidad suficiente de odio y rabia en mi cabeza como para poder pararme delante del micrófono y vomitar todo mi odio sobre ellos. Insultarlos, gritarles esa verdad que el idiota les ocultó, despertarlos con un disparo en las rodillas, destruir ese mundo tan vacío que les creó con bellas palabras este hombre.
Pero...Soy yo.
Jamás haría eso.
Así que me retiré de la sala con mi odio y mi chaqueta en la mano. Saqué del bolsillo mi celular y marqué cada número con placer, era como si parte de mi idio se traspasara al teléfono de manera, ¿anormal?
Odio la normalidad.
Presioné la tecla para llamar y lanzé el teléfono al basurero. Me saqué mis guantes negros de cuero y abrí la puerta de mi auto. Lo encendí y me retiré tranquilamente del estacionamiento.
Al dar la curva para salir desde el estacionamiento hacia la calle principal, el edificio explotó.
Yo miré por el espejo retrovisor con un poco de alegría, todas esas llamas y pedazos de concreto mezclados con un poco de extremidades humanas, volar por los aires.
Acabo de hacerles un favor.
Me sentía bien.
Pisé el acelerador y me fui a casa feliz, pues Dios no tenía nada que temer. Las herramientas para destruir a un Dios estaban en mi cabeza y en la de nadie más, había borrado todo peligro.

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