
Sentía que el mundo se me venía encima, la pena y el dolor me sobrepasaba, terminé mis ocupaciones antes de lo normal en mi lugar de trabajo, decidí terminar rápidamente porque en mi cerebro no había ni una pizca de concentración, tomé mis cosas y salí del edificio de trabajo.
Una gran cantidad de gente se encontraba en la calle, no pude distinguir rostros, como si manchas de diversos colores avanzaran a mi lado, todas muy inertes, todas muy indescriptibles, muy iguales. Seguí mi camino, el cansancio no me dejaba pensar. ¿Cansancio? La pena y el dolor también lo hacían… El aire de la ciudad era sucio y me irritaba en demasía, además el ruido de los autos hacía mi día mucho peor, era realmente insoportable.
-“¡Cállense!”- grité a todo el mundo con todas mis fuerzas, algunos se voltearon, pero siguieron su camino rápidamente, como si mi grito no fuese nada en el mundo, nada para toda las manchas que habían a mi alrededor.
Me decidí a cruzar la calle e ir por un café en la vereda de en frente, crucé lentamente mientras buscaba mi teléfono celular en mi chaqueta. –“Debo llamarla”- pensé. Cuando encontré mi teléfono celular marqué su número, de un momento a otro la bocina de un auto y un par de luces se me vinieron encima, mi teléfono saltó de mis manos y caí.
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El despertador de la mesita de noche sonaba repetidamente, hice caso omiso de él. Resignada a la dura realidad de tener que levantarme abrí los ojos y miré la hora. Un escalofrío se apoderó de mí de pies a cabeza. –“¡La entrevista de trabajo!”- grité.
Corrí hacia el cuarto de baño y estuve lista en tiempo récord, tomé las llaves, mi bolso y dentro guardé mi teléfono celular, antes de salir vi el grupo de retratos y fotos de mi familia, entre ellas las de mi esposo, un sentimiento de angustia recorrió mi cuerpo, miré la hora nuevamente tomé el auto y salí.
Un teléfono anunciaba el ingreso de una llamada, a su lado, otro teléfono celular que exhibía en su pantalla “llamando...mi amor” y una imagen de los dos amantes sellando su amor con un beso.
Junto a los celulares yacían dos cuerpos, ambos muertos, tomados de la mano, apenas habían caído se dieron cuenta que su amor no se rompería por sus problemas anteriores, ni siquiera por la muerte, la cual los llevaría, al menos juntos. Uno de los amantes nunca llegó a la entrevista de trabajo y el otro nunca compró su café. Ambos nunca volvieron a decirse “Te amo”.
Agradecimientos especiales, para mi amigo Claudio Ramos Figueroa.
Claudio, sin tí esto no sería posible. Gracias :)
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