
Cerró sus ojos y buscó un rincón de paz dentro de su corazón.
Llevaba horas así, respirando tranquilamente, tirado sobre su cama y con una extraña melodía de fondo que le daba una sensación de confianza.
Ideó una mujer en su imaginación, el cuerpo y el color de su pelo eran elementos poco importantes, le daba lo mismo si ella cautivaba la soledad con su cuerpo o con la manera en que el viento movía su cabello en un día de lluvia.
Le daba lo mismo lo que ocurriese a su alrededor, podía acabarse la vida en ese mismo segundo y él moriría feliz, en sus sueños idealizando algún loco corazón que quisiera dejar en su vida un poco más que una noche de pasión.
No tenía ganas de nada, su cuerpo estaba sumido en un hermoso silencio, la sangre fluía tranquilamente, naturalmente.
La sonrisa que se dibujaba en su cara era la clara demostración que iba volando a un mundo mejor.
Le gustaba imaginarla, pensarla, desearla. Mirarle desde distintos ángulos, en distintos lugares y con distintos colores que le hicieran fantasear más con esa alma que caminaba por una fría calle en plena noche.
Estaba impresionado, su cabeza había creado una ciudad y ella era la única que la habitaba.
Ella brillaba de noche, las estrellas seguían allí tocando sus notas y sosteniendo esa marivillosa melodía, haciendo cada segundo más especial.
El sonido de sus pasos sobre el suelo era el ritmo que él quería para su vida, la sentía tan cercana y a la vez tan lejana.
En ella se unía la luz y la oscuridad, el cielo y el infierno, el cuerpo y el corazón.
Ella era tan sólo un punto de su imaginación, pero al mismo tiempo era el motivo por el cual ya no utilizaba la razón.
Le siguió en silencio, por muchas escaleras y pasajes desconocidos que estaban allí en su mentalidad.
Ella se detuvo y miró al cielo, sonrió suavemente y sus ojos brillaron de manera majestuosa.
Él no estaba allí y ella tampoco, pero ambos tenían una conexión.
Él sólo quería hacerla feliz, y ella veía el rostro de él en cada estrella que en ese momento brillaba.
Por impulso, ella metió la mano en su bolsillo y sacó un par de llaves. Metió la más grande en la puerta que estaba frente a ella y la abrió lentamente.
Atravesó lentamente el umbral de la puerta y miró casi con tristeza el interior de su hogar.
Por cosas del destino fijó, sin querer, su mirada en la puerta que llevaba a su habitación y notó un extraño resplandor que se escapaba por los bordes de ella.
Se volvió a sentir como una niña que está a punto de enfrentar algo inesperado y desconocido. Era una nueva aventura que le daba un nuevo color a su vida, sentía que se encendía de a poco el fuego llamado felicidad.
Empujó con suavidad la puerta, y ésta se abrió sin oponer resistencia alguna. Todo el universo conspiraba su favor.
Fue tan perfecta la manera en que sus ojos se abrieron más de lo normal y se llenaron de lágrimas.
Sobre su cama, estaba él.
Tirado allí, con los ojos cerrados y transmitiendo sensaciones de paz y tranquilidad.
Ella sonrió y corrió hacia él.
Él abrió los ojos desconcertado, y su mente se demoró un par de segundos en procesar tal realidad.
Hacía un par de segundos él la soñaba y ella le anhelaba.
Ninguno de los dos entendía que había ocurrido, pero les daba lo mismo, este momento jamás lo iban a olvidar.
Se miraron a los ojos y sin decir nada supieron lo que era el amor.
No necesitaron una frase, el silencio era perfecto.
Mientras las miradas compartían miles de secretos, y de sueños que ambos querían hacer realidad, el uno por el otro, sólo para que esa esencia única y perfecta, sonría y pueda disfrutar esta vida con simplicidad.
En ese mismo segundo hubiesen dado su vida por la del otro, hubiesen dejado todo tirado y habrían escapado juntos a la playa, o a las montañas, daba igual el lugar, sólo querían estar el uno con el otro, y en esos momentos juntos, amar a toda la humanidad contenida en un ser más que especial.
Él cerró el libro y sonrió, llevaba días tirado sobre su cama con los ojos cerrados.
Este libro hacía que su mente se liberara de tal manera que imaginaba a una mujer caminando por una ciudad, una mujer única y perfecta.
Cuando levantó la vista y miró hacia su puerta, se asombró por dos cosas en especial.
La primera es que él mantenía junta la puerta y ahora estaba abierta de par en par.
Y la segunda, eran esos ojos cálidos y relampagueantes que lo miraban llenos de lágrimas, sostenidos sobre una cálida sonrisa y un silencio perfecto para este hermoso final...
1 comentario:
Sublime...me involucré en esta historia que ya no se si es la historia de un libro, la imaginación o es la pura verdad ¿No serán las tres cosas? pues sea lo que sea me ha encantado!
te dejo mimos anciano de alma y corazón =)
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