viernes, 15 de agosto de 2008

Noches..


Me gusta el sonido que producen las gotas de lluvia contra el cristal que me separa de la realidad, el viento aumenta la fuerza del impacto y cada vez es más real la amenaza de que alguna gota rompa mi barrera, mi protección, y me asusta la idea de que el frío me encuentre ahí desprotegido, con el corazón en la mano.

Aquí estoy yo, tirado en el suelo disfrutando lo incómoda que puede llegar a ser esta situación. No me quedan más que un par de ilusiones y una noche especial, sólo espero soñar y aferrarme fuerte a ellos para poder volar.
La respiración va lenta, el pulso se hace cada vez más imperceptible y la pupila se dilata para dejarme ver algo más en esta oscuridad, para que vea algo más de color en esta monocromática realidad.
El pelo mojado y las gotas que ruedan hasta golpearme en la espalda y paralizar lo que va quedando de razón.

Me quedo ahí tumbado, con la puerta cerrada y abandonando cada vez más la esperanza de que alguien me quiera sacar de acá.
Me encanta esta soledad acompañada, me gusta la idea de caminar por la arena y ver mis huellas junto a mi respiración.
Me encanta esta sensación de poder besar un alma que contenga toda una humanidad, y que una sonrisa suya signifique más que cualquier otra cosa que alguna vez pude anhelar.

Comienzo a jugar, a crear alguna loca realidad que sólo existe dentro de mi enferma corteza cerebral.
Camino lentamente por mi calle de los recuerdos que jamás ocurrieron, pero que siempre quise verlos pasar. Voy dando cada paso tranquilamente, decidido, éste sitio se me hace cada vez más familiar. Ya no me queda nada más por pensar, todo se resume en una misma persona, todas las gotas caen en la misma dirección, la lluvia me avisa que tiene todas las ganas de reventar ese cristal.
Y yo que no hago más que soñar, que ser feliz con esta realidad que me invento en noches como ésta, en la cuales no estoy tan sólo dentro de mi habitación, pero que, por más que intente tocar algo con mis manos, todos los esfuerzos en vano serán.
Porque sin quererlo me exijo un poco más, me pido ir un poco más allá de lo corporal. Me anulo conscientemente los sentidos y comienzo a ver con el corazón.
Esta extraña sensación de que voy cayendo a cero me ayuda a fantasear, me ayuda a liberar todas esas cosas que he pensado en momentos que olvidé, pero que cada una de esas cosas tienen una variable en común.
Todas hablan de un mar y un sol, de un océano y un grano de arena, de un ritmo intenso que te desgarra la piel, de un momento infinito, de una sensación indescriptible, de un delirio hermoso y perfecto, de la más placentera unión espiritual.
Y busco entre mis entrañas la llave que abre esa cajita de madera añejada por las experiencias, pero que su valor no se compara con nada en este mundo.
Voy corriendo como un niño pequeño con un valioso tesoro en su mano, corro hacia la cajita, lo único que deseo es llegar a ella y encontrar ese trozo de paz.
La abro desesperadamente, no quiero que se pierda ni un segundo de este momento, de este sueño hecho realidad.
Guardo dentro, con sumo cuidado, cada olor, cada sensación, cada palabra y cada respiración.
Lo dejo allí protegido de todo lo que en algún futuro lo quiera dañar, ya no me importa si la lluvia rompe el cristal y las gotas me queman la piel, ya no me importa si el viento azota tan fuerte mi habitación que no quede nada en pie, no me importa nada, porque sé que mi cajita sobrevivirá, ya sea dentro de corazón o dentro de otro, pero de todas formas, el momento pasará, pero mi caja seguirá allí segura, y con ella seguirán allí vivos todos los sueños que con tanto cuidado y cariño, guardé al despertar.

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